martes, 16 de diciembre de 2008

A título personal?

Me cago en el 42.

Y sí, llegó el momento de hablar de esta maravillosa (nótese un claro tono de ironía) línea de colectivos que a miles y miles y miles (millones sonaba exagerado y un solo “miles” me pareció poco) de jóvenes estudiantes, depositó en Ciudad Universitaria.

Por supuesto, no fuimos los únicos que padecimos este denigrante medio transporte, mucha otra gente tuvo, tiene y tendrá que tomarlo para ir a sus trabajos, hogares o… o… o se confundió de bondi y se subió a este.

Esto nos lleva a la primera conclusión, existen sólo dos posturas respecto del 42.

Los primeros, entre los que me encuentro, la odiamos, aborrecemos, despreciamos y todo lo malo que se les pueda ocurrir y sea transmisible a una persona u objeto.

Los otros, a quienes llamaremos los ignorantes, son justamente eso: ignorantes. No, no lo estoy insultando, es que si no lo odia es que nunca se subió a este colectivo. Y cuando comenzó a leer se dijo a si mismo… “Me cago en el 42? Y qué tiene de malo ese número? Mi abuela tenia 42 años cuando yo nací.” O sea, o lo conoce y lo odia, o ignora y desconoce, por fortuna, su existencia.

“Me cago en el 42” no es un tema, no es una ideología, es simplemente un sentimiento compartido por los miles y miles y miles de personas de las que hablé antes.

Por dónde empezar a describir este medio de transporte?

¿Por su regularidad? ¡JA! ¡Qué chiste! ¿Acaso existe algo a lo que le quede más grande esa palabra? Si algo no tiene, ni tuvo NUNCA el 42 es regularidad. Claro, se viene el chiste fácil de ese pibe que siempre te caga con los comentarios seudo intelectualoides: “Claro que tiene regularidad – viene cada muerte de obispo”. Al que te dice eso tenés dos opciones: patada ninja a la nuca o ir con la pregunta cagadora, “¿y cada cuánto muere un obispo?” Ahora, si el tipo te lo explica y te dice que los obispos son pocos y que por eso blablabla… Tendrías que haber optado por la patada ninja, gil! Y es en ese instante cuando llegás al mismo sentimiento - mezcla de impotencia, de incomodidad, bronca e impotencia - que te genera viajar en 42.

Otra gran virtud (nótese el mismo dejo de ironía del principio) que posee el 42, es que los choferes son los más machos y rudos que hay sobre el sistema de transporte capitalino. Claro que no estoy hablando de machos y rudos en el sentido de gallardos y valientes, sino más bien en lo groseros y maleducados con un siempre reluciente malhumor.

Los choferes, estos seres de un humor envidiable ya que carece de polos – es un mal humor constante- , deciden que para qué parar en la parada si pueden hacerlo un poco más adelante o un poco más atrás, o para el caso si no se decide para donde le va a quedar más incomodo al futuro pasajero, mejor ni se detiene. Total… cagate mojando (sí, un día me dejaron abajo lloviendo y todo!). Entonces esperás y esperás el bendito colectivo y pasa tanto tiempo que te olvidás qué estás esperando y hasta se puede decir que lo esperás ansioso. Entonces lo ves, y hasta te ponés contento de verlo (posta que te puede pasar) y ahí nomás te das cuenta de tu error, cuando con tu cabeza girás a la derecha y lo ves alejarse como si tu vida y la de los 5 pelotudos que tenés atrás no valiera un carajo (perdón por los improperios pero me acuerdo y me caliento).

Finalmente uno se da el lujo de parar porque tiene que respetar que el semáforo está en rojo y no puede escapar a ningún lado. (A veces ni eso los detiene)

Es entonces que empieza el verdadero martirio, la competencia animal, la ley del más fuerte, la ley de la jungla (creo que se entiende, no?). Primero, el subir por las escaleras, mientras se hace equilibrio con la mochila y la carpeta de dibujo para que no quede como una “L”. Y los alumnos de arquitectura le suman la maqueta – una de las proezas más renombradas en la FADU es la virtud que tienen algunos para lograr que su maqueta llegue lo menos deteriorada posible-. Existe una leyenda que cuenta que una persona logró que su maqueta llegue intacta a la facultad viajando en el 42. Por supuesto nadie cree en este mito, pero yo sé a ciencia cierta que es verdad. Fui yo en el CBC que un día “feriado” me fui hasta ciudad. Me parecía raro que viajase tan tranquilo, pero pensé que era que Dios me sonreía. Fue el viaje más feliz a Ciudad en 42, por supuesto empañado por el hecho de que viajé al pedo, pero el más feliz al fin. (Luego de ese día deje de creer en dios).

Siguiendo con el viaje, que es igual o peor que el del tren a Constitución en hora pico, lo realmente animal es la lucha por el asiento. A veces hay piñas, y hasta patadas ninjas.

Cada uno pelea con su vida por lo que es solo un poco mejor que el malestar de estar parado.

Igualmente llegar a esa instancia es una fortuna, ya que implica varias cosas:

Primero, que logramos subir al colectivo, y segundo, que pasamos la máquina expendedora de boletos, lo cual tratándose del 42 ya es bueno. Porque existen las veces que uno no logra salir de la escalerita para subir. Y entonces uno, no sólo viaja incómodo sino que también se somete a un dilema moral. Porque el colectivo no para en ningún lado y uno se pone contento con esto. Lo que sería una especie de lo que en psicología se llama “mientras no me toquen el culo a mí viajo contento”.

En esos casos en que se viaja apretado entre los escalones y no se alcanza la máquina expendedora, los más ilusos pueden pensar que por lo menos se ahorran el viaje. NO, por supuesto que no, el “copado” del colectivero antes de bajarte te hace pagar.

Alguno puede decir, “pero claro, vos pagás por viajar y viajaste, no importa si lo hiciste con una carpeta perforándote la espalda.” A lo que yo objeto que he viajado en todas las líneas a Ciudad Universitaria y es la única que te cobra aunque vayas pegado al parabrisas.

Ya llevo bastante y todavía no empecé a hablar del estado de los micros y cómo parece un terremoto cuando van por calles de adoquines. Los micros son todos los que las demás líneas sacan de circulación; el jodido de la línea 42 va y los compra. Están hechos mierda.

¿Qué otra línea de colectivos tiene nidos de cucarachas en los agujeros? Sí, porque esa me pasó varias veces, ver la cuca que se asomaba de un agujerito y me decía, “Ey, estás en mi asiento”. Y no somos pocos los que viajando en pleno día presenciamos el simpático y extraño acto de aparición de una cucaracha díambula (ya que las cucarachas se activan de noche decir noctámbula medio que no calzaba). Evidentemente el 42 rebota tanto y hace tanto ruido que ni las cucarachas pueden dormir.

Ni hablar de los sábados a la mañana que todavía estaba fresquito el vómito de la madrugada del viernes. Para el lunes no es que lo limpiaban sino que se iba yendo el olor solo por el tiempo. Pero los de olfato aguzado aún podíamos olerlo hasta el miércoles.

Me cago en el 42 y dan ganas de decirlo bien alto, cuando me acuerdo de que no tenía boleto mínimo. No importa dónde lo tomaras ni adónde ibas siempre te cobraban el boleto más caro. Cuando lo tomaba en Barrancas no era el boleto mínimo. Entonces un día decidí ir hasta el Club Excursionistas. Y ahí tampoco era el boleto mínimo. Raro me dije… mucho más para caminar no quedaba. Entonces se me dio por preguntar a los copados. Ese chofer se vio emboscado, su mente pensaba con fuerza el recorrido que faltaba y se dio cuenta que no podía mentir mucho. Sin otra opción, me cobró el boleto mínimo.

Luego intente seguir tomándolo desde ahí y quise seguir con esta tarifa, pero los demás colective… perdón “copados” no se coparon (valga la redundancia) y respondían con negativas rotundas. Supongo que si uno es de esos personajes que van por la vida sin miedo al escándalo, podía hacer justicia y pelear por recuperar sus 10 centavos por viaje, pero yo prefería evitar el mal rato. Después de todo, parecía que los choferes cobraban a porcentaje de boleto vendido o algo así, si no no se entiende por qué me robaban a mí y a los otros pasajeros esos 10 centavos para la empresa. Esas planillitas que decían las distancias y tarifas duraban lo que un pedo en un avión en el 42. Igual creo que de una u otra forma seguirían sin cobrarlo aunque un papelito dijera lo contrario.

En fin, queda mucho más para decir pero ahora lo único que me es una ensalada de improperios. Podría hablar mal del 42 tanto tiempo… si son casi 10 años entre CBC, Cursada y trabajo que lo he tomado.

Por eso lo resumo en esto: ME CAGO EN EL 42. Talvez el cagarse en el 42 se deba por sobre todo a justamente eso… tantas veces el 42 se ha cagado en nosotros, que nosotros ahora Nos cagamos en él!!!